Una pieza luminosa en la que el espacio escénico se agita bajo una multiplicidad de destellos luminosos, planteando lo contrario de una afirmación de identidad: el vacío, la suspensión. Un centenar de hojas largas y brillantes, que evocan la amenaza que pende sobre nuestras cabezas, apuntan a los cuerpos de los intérpretes y escapan a lo largo de la obra, liberando el espacio en un resplandor caleidoscópico. Donne-moi quelque chose qui ne meurt pas (Dame algo que no muera), título intrigante y búsqueda de lo imposible, suspende los gestos de los cinco bailarines al unísono, entre marchas militares, fiestas rave yacentes y farandulería popular secuestrada, el grupo busca liberarse de la gravedad, abrir un espacio donde la danza pueda reencontrar su movimiento cristalino, sus gestos encarnados, su vocación de emancipación y su júbilo. La música en directo evoca un mundo que oscila entre la memoria popular y la vanguardia artística, confiriendo a esta danza de lucha y resistencia frente al mundo que nos rodea toda su fuerza jubilosa.